Los niños malditos
Bruno Amadio, un pintor que pasó sus días con más pena que gloria
y al que le ha sobrevivido una leyenda negra y oscura. Su colección “Los niños
llorones”, dicen que está maldita, que sus cuadros son una puerta para pactar
con el diablo y que terribles desdichas recaen en todos aquellos que se atreven
a colgar uno de esos óleos en las paredes de su hogar
su autor:
Poco se sabe de éste personaje y los datos que se pueden encontrar
son más que confusos. Amadio nació a principios del siglo pasado en Venecia,
fue fascista y conservador y, cómo no, un fiel seguidor de Mussolini. Se cuenta
que participó en la II Guerra mundial y que fue en ésta donde comenzó a pintar
los cuadros malditos, la serie a la que llamó “Los niños llorones”.
En dichos cuadros, Giovanni Bragolin, pues con este nombre firmaba
sus trabajos, pretendía mostrar el horror de la guerra en las lágrimas de esos
niños desdichados y huérfanos, símbolo más que gráfico de las desgracias que
dejaba el conflicto bélico allí por donde pasaba.
Cuenta la historia que Bruno Amadio pintó un total de 27 cuadros
en esta serie y que todos los niños vivían en orfanatos o casas
de beneficencia.
Al finalizar la guerra, Amadio se traslada a vivir a España;
primero a Sevilla, donde pasa varios años de su vida y más tarde a Madrid,
donde se le pierde totalmente el rastro.
pacto con el diablo?
Al igual que su vida, la leyenda que le acompaña también tiene un
origen incierto. Según cuenta la versión más extendida, Bruno Amadio, harto de
ser un pintor de tres al cuarto, pactó con el diablo para poder tener la fama y
el reconocimiento que se merecía. (No se sabe a qué precio). La cuestión es
que, de la noche a la mañana, sus cuadros se hicieron muy populares y a
mediados de siglo eran un tesoro preciado del que se hacían cientos de
reproducciones todos los años. A más de uno les sonarán las caras de estos
niños pues más de una de nuestras abuelas seguro que lucio una de estas copias
en el salón. En algún lugar debió de ocurrir un incendio en el que lo único que
se salvó fue el cuadro del niño llorón y aquí fue donde se desencadenó la
leyenda que conocemos hoy en día. Las casas donde se cuelga uno de estos
originales arden en llamas y son fuente de misteriosos poltergueist y fenómenos
extraños
En una de las versiones de la leyenda urbana se cuenta que el
primer cuadro que pintó Bruno, se quedó en el mismo orfanato de dónde era el
niño retratado y que dicho orfanato ardió hasta los cimientos a los pocos días,
todos murieron abrasados, incluso el propio niño que fue pintado por Amadio en
el cuadro que, misteriosamente, fue el único objeto que no fue pasto de las
llamas. De esto modo, el espíritu del niño quedó atrapado de algún modo en el
lienzo que arrastraría la terrible maldición por el resto de los días. Personal
mente, ésta versión que ronda por la red me parece una invención folklórica,
pues ya se sabe lo que pasa con este tipo de leyendas en las que los dimes y di
retes las van redondeando para rodear las del entorno más macabro
posible.
En fin, al final de los años setenta la leyenda se extendió como
la pólvora y los testimonios sobre la mala suerte de todos aquellos que poseían
uno de los cuadros de la colección se multiplicaban por momentos. Nadie quería
tener uno de estos cuadros en su casa y las copias dejaron de realizarse por
falta de pedidos, “por si acaso”, todos fueron descolgando sus cuadros y
los arrincono en los desvanes si no deshaciéndose de ellos lo más
rápido posible.
Cuentan, que en determinadas fechas, si uno se ponía delante del
niño llorón podía pactar con el diablo, y éste te podía mirar directamente a
los ojos a través de los enrojecidas y llorosa mirada del niño
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