jueves, 17 de octubre de 2013

La soyona

Leyenda de soyona 


Otro de los espantos muy nombrados es la famosa Sayona. Los abuelos contaban la historia y la gente salía viendo visiones pues los pelos se ponían de punta.

La Sayona se muestra como una mujer delgada, muy elegante, alta; dicen que puede medir tres metros, larga cabellera y unas uñas como pa`rascar dormidos.

Acostumbra a presentarse a los hombres enamorados y que le son infieles a su esposa. La gente en común la considera como un símbolo castigador de la mala conducta de deslices amorosos.
Según relata uno de los abuelos, la historia va más o menos así: “resulta que yo estaba ajuntao con la abuela pero tenía amores con una muchacha que vivía como a una hora de camino y yo me volaba tarde de la noche a visitarla. Ya llegando al sitio de la cita vi la mujer y le dije: venga mi amor, ella me voltió a mirar y tenía unos dientes como un hacha y se me pegó a abrazarme, yo caí privado al suelo; ya aclarando el día me desperté y corrí pa`mi casa, me dijo la mujer: ¿por qué vienes tan asustao? Le dije: mijita, fue que salí a orinar al patio y vi una mujer muy alta. Mi mujer me dijo: mire mijo, esa es la Sayona, ella le sale a los infieles, yo me doy cuenta que usted se me vuela todas las noches y no es a orinar como usted me está diciendo; me le arrodillé y le pedí que me perdonara y de ahí en adelante me acuesto temprano como las gallinas”.

Otras versiones señalan que la intención de ésta ánima en pena es atraer a los hombres con dirección al cementerio, sin dejarse ver la cara, pero cuando ellos le ven el rostro, comprueban que es una calavera. Esta leyenda data de la época colonial y en los Llanos Orientales se oye comentar insistentemente de esta dama de la oscuridad.

Narración de José de Jesús Morales (La Sayona):
El llanero araucano José de Jesús Morales, folclorista afamado, músico, bailarín de joropos, artista criollo de la vieja guardia, relata con naturalidad el episodio de La Sayona:
“Joaquin Mirabal, trabajaba de obrero en las haciendas de Pío Carrillo y Simón Salinas, localizadas en la Vereda Clarinetero. Mirabal salía los sábados al pueblo a derrochar el pago de la semana; transitaba por la calle del Terraplen y, al llegar al Puente Córdoba, se le presenta una mujer elegante, de cabellos largos que le caían hasta la corva. Se le acerca y le pregunta –a dónde se dirige– le responde que para la posada; le pide la acompañe.   Mirabal acepta la invitación, dialogan y le propone que hagan el amor; habían caminado más de una cuadra, doblan por la calle donde queda hoy el Almacén Libertador, se tropieza Mirabal y trastabilla, al levantarse, ve que la mujer se ha vuelto de cuatro metros de alta, colmillos de cuarenta centímetros y al instante queda privado. Amaneció más abajo del aeropuerto. (Episodio sucedido en 1940).


La Sayona o Mancarita en las Montañas de San Camilo:
Cuenta José Ángel Arana, llanero araucano, maestro artesano de la más alta calidad, que en las montañas de San Camilo, al regresar dos cagones de ganado, duermen en la selva en una de las jornadas sobre una troja múltiple a orilla del camino.
A la media noche oyen el grito de una mujer a lo lejos de la montaña; uno de los cagones contesta los gritos, mientras que el otro compañero le dice que se calle. Cuando se dan cuenta, una mujer se encuentra debajo de la troja; el que le respondió los gritos la invita a subir a la troja y ella acepta sin pronunciar palabra.
La Mancarita le echa mano al cuello y empieza a comérselo. El que dormía en la troja de abajo siente que le caen unas gotas, agarra los macundales y sale barajustado. Al amanecer la Mancarita lo alcanza antes de salir a la sabana destapada y al verlo le grita: “se salvó por la punta del cabresto”. Llevaba por fuera de la maleta, y en la punta, la cruz con el nudo del cachicamo, la contra los espíritus malignos.



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